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Los primeros ecos del boxeo olímpico colombiano

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Hablar del deporte de las narices chatas, es trasladarnos a páginas llenas de gloria para el amarillo, azul y rojo de la bandera nacional. Muchos días de júbilo como los recientes en Río 2016, ha tenido el país de cuenta de poco más de una veintena de  hombres cargados de valor, mística y sueños de progreso.

Con arraigo y mayor tradición en la Costa Atlántica, esta disciplina cuenta con un buen número de medallas alcanzadas en el historial olímpico colombiano.

Ya son  cinco, una reciente de plata con Yuberjén Martñinez y cuatro de bronce a través de los puños mágicos de Alfonso Pérez, Clemente Rojas,  Eliecer Julio  y la primera dama en lograrlo, Ingrit Valencia.

Para cualquier ciudadano del común, el boxeo no deja de ser una actividad en la que dos personas combaten entre sí, únicamente con el coraje de  sus puños, a lo largo de un combate en el que el objetivo es golpear a su oponente, para intentar provocar su caída.

Pero la verdad entre líneas, va mucho más allá…  Ese talento y técnica lo han encontrado los hijos del Caribe en la mayoria de los casos, hasta criar a varios de los mejores exponentes de este tradiconal deporte olímpico.

No es una un secreto que el biotipo perfecto caribeño, desde Urabá hasta La Guajira, desde hace varias décadas se ha heredado en generaciones de un deporte controvertido y alabado al mismo tiempo.

Hoy no goza de una época amplia en dirigencia,  ni del apoyo pleno de otros tiempos, pero seguro que ante la sed de triunfo y el potencial humano evidenciado tras Río 2016, en poco tiempo se podrá recuperar con la hegemonía de un deporte que siempre será grande para Colombia, máxime cuando las miradas de los verdaderos especialistas, estarán sobre un puñado de ilusiones que buscarán entrar en la historia.

He aquí el legado y la historia de los aficionados que empezaron a hacer grande el boxeo con las medallas olímpicas hace 44 años.

Alfonso Pérez

Era el año 1972 y Colombia no sabía aún que se alistaba para vivir unos días llenos alegría de cuenta del deporte olímpico. Munich, la imponente ciudad alemana, le serviría a un cartagenero en crecimiento para poner su nombre y el del país en las voces de los especialistas.

 El 1º de septiembre del 72, Pérez debutó ante Peter Odhiambo de Uganda en la cita orbital. El colombiano se fue adelante desde el primer asalto, dominando con su potente jab. Pérez ganó por decisión unánime. Dos días después se enfrentó a Karel Kaspar de Checoslovaquia, a quien venció en una dura pelea.

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El 6 del mismo mes y por decisión dividida, derrotó a Erasian Doruk de Turquía. El cierre de la participación de Alfonso Pérez fue considerado injusto en la apreciación de los jueces.  Su último combate fue ante Laszlo Orban de Hungría, quien para muchos analistas, se quedó injustamente con la medalla de plata, dejando en tercer lugar al colombiano.

Hoy el boxeo sigue representando la vida para personajes como Alfonso Pérez a través de sus pupilos, un cúmulo de hijos en pleno crecimiento, pues pasó de deportista a entrenador.

[blockquote text=»«Un peldaño de gradeza para este hombre entregado a su trabajo, que como muchos otros colombianos se la juegan por el deporte como formador de sueños, calidad, salud y bienestar… Mientras que existan personajes como Alfonso Pérez, el deporte colombiano y específicamente el boxeo, nunca perderán su historial ni la ilusión de escalar un paso más allá…«» show_quote_icon=»yes» text_color=»#20c94d» quote_icon_color=»#3ad622″]

Clemente Rojas

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Por su parte, Clemente Rojas comenzó su camino hacia la medalla pluma al vencer a Dale Anderson de Canadá por decisión de los jueces. Posteriormente, su rival de turno el búlgaro Kountcho Kountchev de Checoslovaquia, fue descalificado por no dar el peso en la báscula. Rojas sin pelear, paso a la siguiente fase.

El 7 de septiembre, el boxeador cartagenero ganó su pelea ante el español Antonio Rubio, quien cometió una falta al propinarle al colombiano un golpe bajo, por lo que el juez lo descalificó

Rojas ya era medalla de bronce y tenía la posibilidad de pelear por la de plata. El rival era Philip Waruige de Kenia. En un fallo bastante discutido el colombiano perdió por decisión dividida 4-1.  Esta fue la base pra la historia de gloria de los púgiles colombianos.

A partir de este momento, los triunfos se prolongaron para los aficionados a lo largo del continente americano, acogiendo una hegemonía regional, que ya había hecho grande como profesional Antonio Cervantes.

Jorge Eliécer Julio Rocha

Este hombre nacido en El Retén (Magdalena) sería otro de los ilustres boxeadores de Colombia. A los 19 años tenía la responsabilidad de responder con una buena actuación a la delegación nacional en Seúl.

La inolvidable gesta comenzó a escribirse con una decisión dividida, que sin embargo lo dejó como ganador ante el filipino Philip Ormillosa. Luego llegaron sus victorias ante Felipe Nieves, de Puerto Rico, René Breitbatyh, de Alemania Oriental y Katsuyuki Matsushima, de Japón.

El 28 de septiembre Julio enfrentó la oportunidad de su vida ante el búlgaro Alexander Hristov. La pelea fue complicada desde el comienzo. El búlgaro no le permitía a Julio mayores libertades, pero tampoco era contundente. Al final los dos púgiles celebraron anticipadamente su victoria.

Cuando los jueces determinaron que el triunfador había sido Hristov, 3-2, el público y el periodismo colombiano estallaron en una gigantesca protesta en forma de chiflidos. Eliécer Julio se retiró a su esquina a tratar de comprender por qué el fallo lo había perjudicado. «Ganamos tres de los cuatro asaltos”.

Julio se resignó con su medalla de bronce y pasó a la historia como el tercer boxeador colombiano en obtener esa misma distinción…

 Esta es la vida ganadora de tres hombres que la Colombia boxística extraña, la que no quiere más empresarios aventajados, más directivos sin formación e ímpetu soñador. La Colombia que cría sus hijos con la nobleza y el talento para luchar y crecer con el deporte.

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